domingo, 17 de febrero de 2008

Hacia rutas salvajes. Del idealismo y de la ingenuidad humana


La búsqueda de uno mismo, de la verdad y de la felicidad. La soledad y la renuncia como vehículo y fin. La exploración más allá de lo que alcanza la vista, el valor de la ruta en sí misma como elemento facilitador para alcanzar nuestros sueños. El frágil equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
El caminar desnudos y sin equipaje alguno, libres de vínculos pasados y bienes materiales para poder andar ligeros con la única guía de un ideal, personal y único.

Y pensaba que como en la naturaleza, todo se transforma de forma sencilla . Un devenir continuo de estadios, un suceso incesante de acontecimientos, de transformación por la interacción de los elementos. Un fluir constante y un proceso de acomodación paralelo, de ahí su fuerza.

Me pregunto a menudo el por qué de la imperiosa necesidad de los humanos en forzar ritmos en pro de un sueño, en lugar de mirar al infinito con ojos nuevos, atender a los signos y disfrutar de la ruta. Exentos de prejuicios y dogmas e incluso de sueños, porque si lo pienso con detenimiento todo se transforma, incluso los propios sueños.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

(odio a Blogger, he escrito este comentario dos veces y cuando quiero enviarlo no hay opción "enviar"), pero en fin, ahí vamoa de nuevo.
Interesante planteamiento, pero se puede caminar sin sueños?, dices mirar al infinito con una mirada nueva, me pregunto, se puede mirar un infinito sin un sueño, como lo imaginas?.
Un abrazo, patricia

m.m. dijo...

No se puede vivir sin sueños, Patricia. Aunque si lo miras bien el querer abrazarlos como meta o fin, tal vez nos impida ver más allá de nuestra mirada. De ahí la mirada nueva...
Me refiero a estar abiertos al entorno, a disfrutar de la ruta y como consecuencia de ello nos transformamos y si es así, me cuestiono, por qué aferrarse a un ideal que un día fué...?
Un abrazo.
maría magdalena

Patricia Gomez dijo...

Te entiendo, de pronto también se hacen un equipaje molesto, que pesa màs en la emoción que en la espalda.
te leo cada vez que puedo, quiero más!!
Patricia